América es mejor que estos últimos 8 años. Somos mejor país que eso.
Atónita. Así quedé luego de escuchar el magistral discurso que pronunció Barack Obama el jueves pasado, en el cierre de la convención demócrata en Denver, donde históricamente quedó oficializada su candidatura a la presidencia de los Estados Unidos por dicho partido.
Tan intenso y emotivo fue el instante que no pude cambiar de canal. Fanáticos demócratas como píxeles rellenaron toda un ágora moderna, el estadio de futbol Mile high. Su esposa y sus dos niñas dejaron de ser solo suyas, fueron de América. Las lágrimas caían al unísono con las palabras de este afro descendiente, cual líder religioso, que sesgó la política yanqui al oficializarse como el primer candidato negro a la presidencia con las implicaciones que esto supone en un país que a mi juicio no ha superado el flagelo del racismo.
Su postulación es sinónimo de reivindicación. Y es que Obama es el candidato de las minorías. Hijo de Luther King. Mientras que Jhon McCain su rival es el oligarca, aristócrata, elitista. Hijo de Bush. Dejó claro Obama en su promesa americana, cual repetitiva seguridad democrática de Uribe, que iba a luchar por cambiar esos ocho años de atraso a los que fueron sometidos por Bush, y que seguramente McCain copiaría fielmente. América es mejor que estos últimos 8 años. Somos mejor país que eso.
Cuando habló de McCain captó mi atención. Pareciese que la legislación de ese país no tuviese límite en la libertad de expresión. El presidencial en su discurso involucró con ejemplos comparativos y peyorativos a su contrincante, pero no recayó en el irrespeto. Bien, no creo que al senador McCain no le importe qué es lo que está pasando con la vida de los americanos. Pienso que es que no lo sabe. Es de esperarse que en la convención republicana del primero de septiembre McCain siga la guerra de palabras, la disputa por la difamación. Táctica y estrategia.
En su intervención del jueves, Barack dejó entrever una faceta de su país que no es muy famosa; la crisis económica que atraviesan actualmente, y una desigualdad social abismal caracterizada por los suplicios de los miembros de las clases obreras, y el creciente desempleo. Ser pobre aquí y allá es igual, contrario a los imaginarios que se tengan del imperio más importante de comienzos de siglo. La indigencia, la inmigración ilegal, los ghettos de negros que sobreviven en la miseria, entre otras manifestaciones de pobreza no son propias de grupos ínfimos. De verdad hay un gran problema en la sociedad americana.
El país del american dream está colapsando y eso es lo que quiere impedir Obama con su promesa americana. Pero ya de esto no quiero hablar.
Ahora quiero referirme a la parte fundamental de su discurso, la que me dejó perpleja, el verdadero mensaje y la importancia de este candidato que trasciende de su etiqueta racial: La lucha contra la dependencia del petróleo.
Y, por el bien de nuestra economía, nuestra seguridad y el futuro de nuestro planeta, estableceré una meta clara como Presidente: en un plazo de diez años, pondremos fin a nuestra dependencia respecto al petróleo de Oriente Medio.
Esto es fundamental. Sin importar la pretensión de reelección que tiene el demócrata, yo no escatimaría en votar por él las veces que fuera necesario con tal de acabar las guerras absurdas libradas por este recurso energético y la adicción al mismo.
Esta es para mí su verdadera promesa.
Alterno a esto propuso impulsar la generación y el uso de energías alternativas como tecnología de carbón limpia, el uso de gas natural, y un uso seguro de la energía nuclear. Este aspecto me genera dudas, pues no conozco del tema y las repercusiones ambientales que pueda tener. Sin embargo como al rebaño manso, nos toca confiar en el pastor.
Desde Colombia seré la primera espectadora de tu promesa americana. Para mí ya eres el presidente.